La foto que es noticia
- lubigoni2
- 8 jul
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La primera en llegar fue la mujer de remera violeta. Sin decir ni una palabra, abrió la puerta, dejó sus cosas colgadas en la silla y se sentó frente a la máquina de coser. A los pocos minutos entraron las otras dos. Se miraron a los ojos y se saludaron con un gesto leve, como si esa simple mueca hablara por sí sola.
El taller es angosto y se nota algo desprolijo. En una punta, bobinas de hilo esperan para ser utilizadas, en la otra, hay una caja con retazos de tela que se asoma entre moldes, papeles y prendas ya terminadas. No hay música, ni sonidos, ni charlas, solo el ruido de las máquinas. Un zumbido constante que se mete por los oídos y que luego, se vuelve costumbre.
Marta, la mayor, trabaja con sus lentes casi en la punta de su nariz y se mueve con mucha seguridad. Como si se notara que ya lleva varios años en esto. Cada tanto se frena, revisa lo que está haciendo, suelta un suspiro leve y continua. A su lado, Lidia se inclina hacia adelante con el ceño fruncido. Se la nota con la espalda tensa y los dedos inquietos. Como si quisiera terminar algo más que una costura.
La tercera, Lucia, trabaja más atrás, cerca de la ventana. De vez en cuando levanta la vista y observa a sus compañeras con una mirada tierna, como si les estuviera agradeciendo por compartir ese momento con ellas. Se nota que le gusta lo que está sucediendo. El silencio sigue estando, pero no es algo incomodo. Como si en ese cuarto pequeño, además de ropa, hay historias y rutinas compartidas. El taller funciona en el fondo de un centro cultural barrial. No hay horarios, no hay jefes, solo mujeres que se juntan a trabajar y disfrutar de lo que hacen. Algunas lo hacen por necesidad y otras por costumbre para no estar solas en sus casas.
“Esto me salva la cabeza” dice Marta mientras enrolla una cinta con una precisión increíble. Lidia no dice nada, pero se le nota en sus hombros, que desde que ingresa los tiene un poco más levantados. Lucia, desde la ventana, mira el reloj y dice que ya es hora de irse, pero no se levanta enseguida. Se va a quedar un rato más. Porque hay días en los que la costura es lo único que las une.
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