
El sello del deporte
- lubigoni2
- 8 jul
- 2 Min. de lectura
Por momentos no sabía si era nostalgia o necesidad. Pero cuando volvió a pisar una cancha, Lucía, se dio cuenta que el deporte nunca había dejado de ser una parte de ella. No como una actividad suelta, si no como algo de lo que formaba parte desde muy chica. Tenía 21 años, una paleta en la mano, y la sensación de que estaba volviendo a un lugar que le resultaba muy familiar.
No era la primera vez que se encontraba frente al sonido de una pelota rebotando contra algo. A los seis años en su pueblo natal, San Miguel del Monte, ya se encontraba jugando al tenis en el club en el que sus propios tíos abuelos formaron parte de la fundación. Fueron ellos quienes levantaron la primera cancha de tenis del lugar cuando el deporte aún no era una moda ni una obligación social, sino una apuesta por el juego y los momentos compartidos. Ahí creció Lucia: entre entrenamientos, clases, partidos, viajes y federaciones.
Allí conoció a Julio Severino, su profesor, una persona a quien ella veía como un padre. Un hombre que no solo le enseño como jugar, sino que también le transmitió valores que la acompañan hasta el día de hoy: el respeto, la paciencia, la constancia y el amor por el deporte. Julio fue una figura clave en su formación, alguien que creía incluso cuando ella no confiaba. Hoy, con el paso de los años, Lucia lo sigue recordando con mucho cariño. Siempre hay alguna frase , alguna corrección o algún gesto de aliento que aparece en los partidos que sigue jugando.
Pero con la adolescencia llegaron nuevas prioridades. Seguía viendo al tenis con cariño, pero esta vez desde la distancia. Pasaron los años, los torneos y su cuerpo, acostumbrado a la exigencia, volvió a pedirle movimiento. La vuelta fue casi inusual. Su tía la invitó a jugar un partido informal de padel y sin pensarlo mucho, aceptó. La cancha era distinta, más chica, y esta vez tenía que jugar con un compañero. Pero algo en esa dinámica le resultaba conocido. La concentración, el esfuerzo y el deseo de hacerlo bien.
Desde entonces no paro. Lucia compitió, entrenó y mejoró. Hoy en día juega en cuarta categoría, con la misma pasión que tenía desde chica, pero con la conciencia distinta. Ya no se trataba solo de jugar y ganar, se trataba de superarse. Cada partido es un desafío personal y una experiencia para seguir creciendo.
Lucia no volvió al deporte por obligación. Volvió porque lo necesitaba. Porque en esa mezcla de sudor, tácticas y adrenalina encuentra algo que no encuentra en ningún otro lugar. Una versión de sí misma más fuerte, más enfocada, más viva. Y porque a veces, volver a jugar también es una forma de volver a ser.







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