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Fernando Belasteguín, de la A a la Z

  • lubigoni2
  • 8 jul
  • 6 Min. de lectura

De Pehuajó al mundo


El hombre que desafió el tiempo


Fernando Belasteguin dominó el pádel mundial durante más de 15 años como número uno del ranking. Pero su legado va más allá de los números. Este abecedario recorre su vida, su mentalidad, sus logros y es la historia de un deportista que hizo del sacrificio una forma de vida. 


ADVERSIDADES. En los últimos años de competencia se encontró con varias lesiones que lo pusieron a prueba. Una de sus molestias más persistentes fue una epicondilitis, más conocida como “codo de tenista” que le impidió participar en ciertos torneos, algo que también afectó su rendimiento y continuidad en el circuito.


BARCELONA. Vive allí desde el año 2008 cuando se mudó con el objetivo de competir al más alto nivel en el circuito profesional de pádel. Desde entonces, ha vivido en esa ciudad con su esposa y sus tres hijos. 


COMPAÑERISMO. En un acto simbólico en el Premier Padel de Estados Unidos, se propuso nombrar la pista central con el nombre de Belasteguin. Sin embargo, decidió compartir este honor con su compañero, Juan Martín Díaz, con quien formó la dupla más exitosa de la historia del pádel.  


DEBUT. Debutó como jugador profesional en 1995 a la edad de 15 años en el club Once Unidos de Mar del Plata. Durante sus primeros años, formó pareja con Matías Díaz, compitiendo en torneos juveniles y profesionales en Argentina. En 1998, alcanzó el puesto número 5 del ranking de la Asociación de Pádel Profesional (APP) donde ganó varios torneos. 


ESTILO. Se caracterizó por su estilo de juego sobrio, técnico y cerebral, basado en la regularidad, el control y la estrategia. Aunque su mayor fortaleza fue su mentalidad. Fue un jugador competitivo, autoexigente y metódico, lo que lo llevó a mejorar día tras día. 


FÚTBOL. El jugador comenzó jugando al fubol en las inferiores del Club Atlético General San Martín donde jugó hasta los 13 años. Luego, construyeron canchas de pádel y allí fue descubierto por Matias Diaz, papá de su compañero, con quien comenzó a entrenar y competir en la Ciudad de Buenos Aires. 


GUERRERO. Si hay una palabra que define la carrera de Belasteguín, es esa. Siempre jugó con una entrega total, incluso lesionado o en contextos adversos. Su mentalidad competitiva y su resistencia mental lo convirtieron en uno de los jugadores más temidos de la historia.


HIJOS. Sus hijos no sabían que era jugador de pádel, se enteraron con los años que su papá había sido número uno. Lo vieron jugar en la época en la que él empezó a perder, y dice que eso le sirvió como una enseñanza para demostrarles que uno se levanta y tiene que volver a empezar. Que pierde la final de un torneo y que al siguiente día tiene que ir a entrenar. 


INCLUSIÓN. Hace dos años creó una academia en Bolívar que lleva su nombre. El objetivo principal es la integración y desarrollo de niños y jóvenes con discapacidades a través del pádel. Él mismo contó: “Vivimos en un mundo complicado y poco transparente, pero estos chicos no tienen nada de eso; cada abrazo es verdadero, sin falsedad, y son un ejemplo para todos”.


JUSTO. Belasteguín siempre entendió que el deporte no es solo ganar, sino ganar bien. En un circuito cada vez más competitivo y mediático, él nunca apeló a la trampa ni al show. Fue justo con sus rivales, con los árbitros y consigo mismo. En la cancha discutía poco y jugaba mucho. 


KILÓMETROS. La historia de Belasteguín no solo se cuenta en partidos ganados, sino en kilómetros recorridos y caminos transitados. Desde sus primeros viajes por Argentina con paletas prestadas, hasta los grandes torneos en Europa, Asia o Medio Oriente. Su carrera fue un trayecto largo, exigente y apasionado. Y cada kilómetro lo acercó un poco más a la leyenda.


LEGADO. Fernando Belasteguín no solo dejó un legado de títulos, sino que cambió la forma en que se concibe el pádel profesional. Su huella está marcada en la mentalidad, el entrenamiento y los valores que hoy toman como ejemplo muchos de los jugadores jóvenes.


MILÁN. La emoción llegó a las canchas de Milán cuando Belasteguin perdió su último punto y se retiró oficialmente del pádel luego de jugar por 30 años como profesional. Este hito ocurrió en los octavos de final del Milano Premier Padel 1 cuando junto con su compañero Valentino Libaak se enfrentaron a la dupla de Javier Garrido y Lucas Bergamini. 


NIVEL.  Lo más difícil no es llegar, sino mantenerse. Y Belasteguín no solo se mantuvo: lo hizo en lo más alto durante más de una década. Jugara con quien jugara, contra quien fuera, su nivel era garantía. Nunca bajaba la vara, ni en una final ni en una primera ronda. 


OPOSICIÓN. Convirtió la oposición en método. No era solo ganar, era entrenar más que todos, mejorar en cada detalle y estudiar rivales como si fuera un partido de ajedrez. Él usó ese combustible durante más de 20 años para mantenerse en los primeros puestos. 


PEHUAJÓ. Fernando nació en Pehuajó, una pequeña localidad en la provincia de Buenos Aires, Argentina. En el mundo del pádel se lo conoce como “el rey de Pehuajó” algo que refleja la relación del jugador con su ciudad natal. El padelista ha mencionado en varias ocasiones que volver a Pehuajó es una salida para él, un lugar donde puede escapar del mundo profesional.


QUERER. Refleja su esencia: el querer entrenar cuando nadie mira, el querer volver después de las lesiones, el querer ganar incluso cuando ya lo ganó todo, y sobre todo, el querer seguir siendo mejor cada día, aunque el mundo ya lo llame leyenda.


RECORD. “Bela” posee el récord más grande en el mundo del pádel con un total de 230 títulos ganados. Fue número uno durante 16 años, desde 2002 hasta 2017, ganó 230 títulos durante su carrera y junto con su pareja, Juan Martin Diaz, formaron una dupla invicta durante un año y nueve meses donde consiguieron ganar 22 torneos. Además, ganó seis mundiales y 11 premios Olimpias de Plata


SOLIDARIO. Bela es un jugador muy humilde y que mantiene los pies sobre la tierra. Ha utilizado su plataforma para apoyar diversas causas y ha participado en eventos para generar conciencia y recaudar fondos para organizaciones sin fines de lucro. Además, ha enfatizado en la importancia del deporte para promover la inclusión a través de la disciplina. 


TRABAJO. Belasteguín fue siempre reconocido por su obsesión con el entrenamiento, la preparación física y la disciplina. Muchos jugadores jóvenes hoy lo citan como modelo, no solo por su talento, sino por su constancia. Agustin Tapia por ejemplo ha dicho:“””De Bela aprendí que el talento no alcanza. Si no entrenás como él, no tenés chances.”


ÚNICO. Porque no hay otro como él. Ni en títulos, ni en constancia, ni en mentalidad. Fernando Belasteguín es, fue y será un jugador único. Por lo que logró en la pista y fuera de ella también.


VALORES. En su última temporada, lejos de buscar solo protagonismo, eligió jugar con jóvenes como Juan Tello, y declaró que su objetivo era transmitir experiencia, valores y acompañar el recambio generacional. “No quería irme sin dejar un mensaje a los que vienen atrás: que lo importante no es llegar, sino mantenerse. Y eso se hace con humildad, trabajo y respeto” declaró. 


WILSON. Belasteguin es jugador referente de esta marca desde el año 2020 y firmó contrato por más de diez años. Su contrato con Wilson incluye una cláusula de más de 1,8 millones de euros. Su paleta es la Wilson Bela V2.5 Pro 2024 y es una de las más destacadas en el mundo del pádel. 


XENOFILIA. Porque Belasteguín no solo ganó en todo el mundo, también lo respetaron en cada rincón del planeta. Jugó en países lejanos, con públicos distintos, con rivales de culturas opuestas, y siempre dejó una marca: la de la humildad que trasciende banderas. Donde había una cancha, él construía respeto.


YERBA. Belasteguin nunca dejó el ritual del mate. En cada torneo, en cada ciudad, en cada descanso entre partidos, el mate fue una forma de conexión con sus raíces y con su familia. 


ZAPATILLAS. Las que se puso de chico en Pehuajó. Las que se gastaron en cada entrenamiento. Las que pisaron todas las canchas del mundo. Las que nunca dejaron de correr, ni aún con el paso del tiempo.





 
 
 

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